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PEREGRINACIÓN OAR A LA BASÍLICA DE GUADALUPE

La peregrinación de la Orden Agustino Recoleta  (OAR) a la Basílica de Santa María de Guadalupe con motivo del Jubileo 2025 se convirtió en una experiencia profundamente espiritual y comunitaria que reafirmó nuestra identidad, nuestra misión y, sobre todo, nuestro caminar en fraternidad. Desde muy temprano, el ambiente se impregnó de una mezcla de fervor, emoción y recogimiento, mientras los distintos grupos provenientes de Querétaro, Cuernavaca, la Ciudad de México y otras comunidades se congregaban en el lugar previamente acordado. La presencia de las monjas contemplativas agustino recoletas añadió una especial atmósfera de oración que acompañó cada paso del trayecto, recordándonos que la peregrinación no solo se vive con los pies, sino también desde el corazón.

   

La hermandad, uno de los valores centrales de nuestra espiritualidad agustino recoleta, se manifestó de manera palpable a lo largo de toda la jornada. No importaba la procedencia, la edad o el estado de vida: todos nos sentimos parte de una misma familia, unidos en un solo espíritu y orientados hacia un mismo fin. Las juventudes agustino recoletas aportaron un dinamismo especial, acompañando con cantos y oraciones que avivaban el entusiasmo de quienes participábamos. Fue especialmente conmovedor ver cómo los jóvenes animaban con alegría y respeto, heredando así el carisma que durante siglos ha nutrido a nuestra Orden.

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Un motivo de gran gozo para todos fue la presencia de nuestro Vicario Provincial, fray Martín Luengo, cuya cercanía y palabra fraterna dieron un tono de guía y acompañamiento espiritual a la peregrinación. Su participación recordó que caminamos no solo como creyentes individuales, sino como parte de una comunidad ordenada, guiada y servidora del pueblo de Dios. Asimismo, la asistencia de Monseñor Javier Acero Pérez, obispo de extracción agustino recoleta, fue un regalo especial. Su presencia evocó la bendición que representa para nuestra familia espiritual el servicio episcopal ejercido desde la humildad, la sencillez y la fidelidad a la Virgen María. 

La peregrinación avanzó entre rezos del Santo Rosario, letanías, alabanzas y cantos tradicionales que han acompañado durante generaciones a quienes acuden al encuentro de Nuestra Madre María de Guadalupe. La música, entonada por los hermanos de diversas comunidades, se convirtió en un puente espiritual que nos unía incluso a quienes no podíamos ver entre la multitud, pero sí escuchar como una sola voz. Este canto común fue quizá el signo más elocuente de la unidad: voces distintas que, armonizadas por la fe, se funden en una sola melodía dirigida a Dios.

  

El momento más significativo fue la celebración de la Sagrada Eucaristía, presidida en un clima de profundo respeto y devoción. El altar guadalupano, siempre imponente en su mensaje de amor maternal, acogió nuestras súplicas, acciones de gracias y ofrendas. Durante la homilía, se nos exhortó a vivir este Jubileo 2025 como una oportunidad de renovación interior, de conversión personal y comunitaria, y de compromiso con la paz y la misericordia, rasgos fundamentales del mensaje cristiano que la Virgen de Guadalupe sigue inspirando en nuestro continente. Las palabras de Monseñor Acero resonaron en nosotros: el que es fiel en lo pequeño, lo es en todo su actuar, ver a Jesús en el rostro de los pobres, palabras que fueron un llamado a seguir caminando con esperanza, misma que nadie nos puede quitar, en medio de los tiempos complejos que vivimos.

Al llegar ante la imagen de la Virgen, muchos se conmovieron hasta las lágrimas. Cada uno presentó sus intenciones, sus luchas, sus gratitudes, también las necesidades de nuestras comunidades y las del Papa. Sentimos que peregrinar no es simplemente caminar, sino dejarnos transformar por el encuentro con lo sagrado.

Esta peregrinación al Tepeyac, realizada en espíritu jubilar, quedó grabada en nuestra memoria como un testimonio vivo de fraternidad, oración compartida y renovación espiritual. Fue un recordatorio de que, como agustinos recoletos, seguimos caminando juntos con un solo corazón dirigido hacia Dios.

 

Colaboración: Mari Carmen Benítez Rincón. Ministerio de Comunicación.

Fotografía: Carlos Berzunza, Elsa Gutiérrez, Mari Carmen Benítez.

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