Los Agustinos Recoletos en México
Ya te anticipábamos que esta bella historia, nuestra historia, la historia de los Agustinos Recoletos, la habíamos dividido en tres partes: 1) Nuestro nacimiento y expansión al mundo, misma que ya te presentamos en el capítulo anterior, 2) La llegada a este hermoso país, México, la cual forma parte de este capítulo y, finalmente 3) La historia de Santa Mónica, no la de la madre de nuestro Santo Padre Agustín de Hipona, sino la de nuestro Templo Rectoría.
Permítenos ahora compartirte cómo es que llegamos a estas latitudes. Te recordarás que fue en 1588 cuando en Talavera, España surgió la iniciativa de vivir más estrecha y austeramente y se le encomendó a Fray Luis de León la redacción de una nueva “Forma de Vivir”, esquema de vida que a lo largo de doce capítulos nos dice claramente el propósito de la “Recolección” Agustina; es por ello que nos consideramos deudores suyos.
Te recordarás que al poco tiempo se tomó la iniciativa de incorporar la vida misionera en nuestra forma de vivir, y que resultado de esta iniciativa, nuestros primeros hermanos se dirigieron a las Islas Filipinas, lugar a donde llegaron en 1606. Pues bien, aquí es donde se inicia nuestra relación con México.
La llegada a la Nueva España
El lazo de esa incipiente Provincia de San Agustín de los frailes Agustinos Recoletos con México se estableció “luego-luego”, que se dice. Está ligado este evento al padre Juan de San Jerónimo, muy en boca de los “emtideros” de la Corte en España, pues se hablaba de él para ser Obispo de San Cristóbal de las Casas en la Nueva España (1603).
Solo que los Agustinos Recoletos habían nacido sin hambre de Mitras, pero sí, más bien, con pasión por lanzarse a la misión, cuya petición se formuló en el año de 1604. Para cumplir tales deseos y hacerlo en las Islas Filipinas, se debía pasar, para este efecto, por la Nueva España. Así México se colocó en la hoja de ruta de aquel providencial camino. De este modo se cambió “la mitra por la misión”, como se titula en nuestros libros.