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FIESTA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE EN SANTA MÓNICA

Todavía resuenan en nuestros oídos la letra y música de una de las canciones más entonadas el 12 de diciembre: Desde el cielo una hermosa mañana, la Guadalupana, la Guadalupana, la Guadalupana bajó al Tepeyac, la cual fue coreada con todo el  entusiasmo y ternura que inspira nuestra Madre celestial a la feligresía de Santa Mónica.

Aun cuando la festividad se celebra año con año, es imposible sustraerse a las demostraciones de alegría y amor que sugiere esta fecha tan señalada no sólo para los mexicanos, sino para el mundo entero.

No hizo igual con ninguna otra nación, eso nos queda claro: nos regaló su presencia que, como baluarte, encontramos en prácticamente todos los hogares católicos de nuestro país.

    

No obstante todas las duras pruebas a las que se ha sometido a nuestro México, la devoción a Ella no ha disminuido, antes bien, se ha fortalecido con el transcurso de los siglos y como prueba, los millones de personas que visitan la Basílica de Guadalupe, no sólo el 12 de diciembre, sino durante el transcurso del año también.

La sentida homilía que nos dirigió fray Gerardo Ruíz, nos hizo meditar en la grandeza del amor de Dios así como en la mediación que la Virgen María, bajo la advocación de Guadalupe, realiza  para todos sus hijos; ella nos hace sentirnos amados y protegidos, de la misma manera que una madre terrenal lo comunica a sus propios hijos. Recordamos asimismo las palabras de nuestra Madre: ¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu madre?

 

Un sello muy especial a la celebración lo dio la consagración que de manera personal, en voz alta, hicimos todos los feligreses al Inmaculado Corazón de María, renovando las promesas del bautismo, acogiéndonos a la misericordia de Dios y pidiendo a la Virgen nos dirija a Jesús en todo momento, con ayuda del Espíritu Santo.

A manera de despedida, los asistentes entonamos las tradicionales Mañanitas a la Reina del Cielo.

Colaboración: Mari Carmen Benítez Rincón. Ministerio de Comunicación.

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