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Jueves Santo Institución de la Eucaristía Lavatorio de los pies, 29/Mar 18:00

Jueves Santo. Santa Mónica (29 de marzo de 2018)


Ha sido un día marcado por una efusión de acción de gracias: “Gracias Señor por la Eucaristía”, “Gracias Señor por el sacerdocio”. “Gracias Señor por el regalo del amor”. Después de la celebración por la mañana de la Misa Crismal en la Catedral Metropolitana de México, los sacerdotes fuimos enviados por nuestro pastor, Arzobispo Don Carlos Cardenal Aguiar Retes a servir al pueblo de Dios llevándonos los óleos con los que administrar los sacramentos y consagración. Lo proclamamos en la comunidad dejándonos educar por la liturgia rica y sugerente, pues para ser sacerdotes cercanos, misioneros callejeros, “estar ahí” al servicio” se espera hacerlo a la sombra del misterio que celebramos.

Era la Celebración de la Cena del Señor quien nos confronta con la entrega de Jesús a la muerte con acto de quien puede dar la vida y recuperarla. Será su anticipación clarividente, su donación en beneficio de todos, su certeza de continuar con nosotros lo que perdure y eduque para poner en marcha a la Iglesia. Eso lo deberemos reconocer y confesar siempre para que los sacerdotes continuemos su gesto, los fieles lo asumamos, el amor reconozca su manantial. En la liturgia lo celebramos con esa actitud: palabra que rememora ese misterio, lavatorio de los pies para aceptar que es el Señor que nos purifica, óleos traídos en procesión que sanan nuestras heridas, fortifican y configuran nuestras vidas y hacen en los templos espacio para la gloria de Dios.

Estando el templo a rebosar, y con silencio sereno, aclamamos al Señor porque Él es el que educa, forma y acompaña.

Ya a la noche, en el salón San Agustín, nos dimos un espacio de contemplación sirviéndonos de las últimas palabras de Jesús, usando la catequesis de sor Juana Inés de la Cruz, para rezar con san Buenaventura y san Juan Pablo II. La música, forma de orar en este nuestro siglo, aquietó nuestro espíritu y se convirtió en reposo ante el misterio que nos salva. Bendito sea Dios, el nombre de Jesús y el Amor que nos acompaña.

Fr. Bernardo Cerna.

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