Este año, nuestro templo vivió una fiesta inolvidable en honor a nuestra querida Santa Mónica. La iglesia se llenó de música, colores y sonrisas, y nuestros corazones se unieron en un mismo sentir: orar juntos por quienes más amamos.
La celebración alcanzó un brillo especial con la presencia de nuestro querido Obispo de Veracruz, Monseñor Carlos Briseño Arch, perteneciente a la familia agustino recoleta, quien presidió la Santa Misa y compartió con nosotros palabras llenas de esperanza. Su visita fue un verdadero regalo, que llenó de emoción y gratitud a toda la comunidad.
La misa fue presidida, como hemos dicho, por Monseñor Carlos Briseño acompañado por fray Martín Luengo Cid, Vicario Provincial para México y Costa Rica y por fray Melchor Benito Benito, nuestro rector así como miembros de la comunidad de frailes de Santa Mónica, y frailes y sacerdotes de otras parroquias, dando la importancia debida a tan importante evento.
En su homilía Monseñor Briseño destacó la incesante oración que Santa Mónica realizó toda su vida hasta lograr la conversión de su marido así como la de su hijo, quien después sería Obispo de Hipona y alcanzaría la santidad. En Santa Mónica, los agustinos recoletos encontramos un ejemplo: desde postulantes, frailes, monjas de clausura, así también, las fraternidades y madres agustino recoletas (Las Mónicas), ella nos invita a vivir alegres en la esperanza, firmes en la tribulación, perseverantes en la oración y nos exhortó a vivir un amor sincero, una esperanza perseverante y una oración constante.
Entre cantos y oraciones, pedimos a Dios, por intercesión de Santa Mónica, que bendiga y proteja a nuestros hijos, sobrinos, ahijados y nietos, guiándolos siempre por el camino de la fe.
Finalizada la Santa Misa, hubo un convivio al que previamente se había invitado a la feligresía, para celebrar la ocasión, mismo que resultó muy concurrido y animado; ahí vimos entre otros, además de los ya mencionados, a los siguientes frailes: Oscar Jiménez, José Antonio Hernández, Javier Monroy, Wilfrido Yépez, Manuel Abecia, así como miembros del seminario.
Por si lo has olvidado o lo desconocías; Santa Mónica fue la madre de San Agustín. Ella mostró desde joven gran fe y fortaleza espiritual. Se casó con Patricio, un hombre de carácter difícil y de religión pagana. A pesar de ello, con paciencia, amor y testimonio cristiano logró la conversión de aquél, poco antes de su muerte.
Su mayor lucha fue por su hijo Agustín, que durante muchos años llevó una vida alejada de la fe. Mónica nunca dejó de orar y seguirlo con esperanza, incluso cuando él se marchó a Italia. Sus lágrimas y perseverancia tocaron el corazón de Agustín, quien finalmente se convirtió y llegó a ser San Agustín, obispo de Hipona, uno de los grandes Padres de la Iglesia.
Los principales logros de Santa Mónica fueron su constancia en la oración, su ejemplo de fidelidad matrimonial, la conversión de su esposo y, sobre todo, haber guiado con paciencia y amor a su hijo hasta la fe. Santa Mónica es la Patrona de las esposas y citando al Papa Francisco: “a ella encomendamos a los padres cristianos, para que, como Mónica, acompañen con el ejemplo y la oración, el camino de sus hijos”.
Es importante dar un agradecimiento público a todos los asistentes, así como también dar justo reconocimiento por su esfuerzo y tiempo, al grupo que monta y desmonta el interior del salón San Agustín, labores que pasan inadvertidas para la gran mayoría de los asistentes.
Esta festividad nos recordó que, cuando nos reunimos como comunidad, no solo fortalecemos la oración, sino también el cariño y la unidad que nos hacen familia.
¡Que el próximo año seamos aún más quienes vivamos juntos esta fiesta! Santa Mónica nos espera con los brazos abiertos, y nosotros esperamos con alegría volver a encontrarnos.
Colaboración: Mari Carmen Benítez Rincón. Ministerio de Comunicación.