La festividad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que también así se le llama a esta celebración, se debe a un milagro eucarístico ocurrido en el S. XIII; la Iglesia Católica rinde adoración a la Eucaristía o sea a la presencia real de Cristo en la hostia; es una demostración pública y solemne de adoración, amor y gratitud; la procesión del Cuerpo y Sangre de Cristo que se realiza después de la misa principal del día, es la más importante de todas las procesiones, según nos lo indican los conocedores de la liturgia.
“A mediados del siglo XIII, Pedro de Praga, sacerdote que dudaba de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, realizó una peregrinación a la ciudad de Roma para pedir, sobre la tumba de San Pedro, una gracia especial. A su retorno a Bolsena, mientras celebraba la Santa Misa en la Cripta de Santa Cristina, se percató de que había un rastro de sangre sobre el corporal (paño litúrgico de color blanco que se coloca sobre el altar) cuya fuente era la forma u hostia consagrada que tenía en sus manos. El Papa, al oír la noticia, pidió que el corporal fuera llevado a su presencia y lo contempló maravillado… El Papa entendió que se trataba de un milagro auténtico, con un mensaje claro: los fieles han de fortalecer su fe y amor a la Eucaristía. Entonces, publica la bula “Transiturus”, en la que quedó establecida la celebración del Corpus Christi para la Iglesia universal todos los jueves después del domingo de la Santísima Trinidad”.1
En Santa Mónica no podía faltar el rendir culto a Corpus Christi con una celebración especial; el ministerio de Adoración Eucarística preparó cuidadosamente una Hora Santa que se llevó a cabo por la mañana; por la noche, la Juventud Agustino Recoleta (JAR) hizo lo propio con la Hora Santa de la Juventud en la que, con su carisma, meditaron en el inmenso regalo que nos hace el Señor al dejarnos Su Cuerpo y Su Sangre en la Sagrada Forma.
Un importante número de gente, considerando que es un día hábil, atraída por la festividad, se congregó en el templo, escuchó con atención la Hora Santa, en cuyas lecturas se iba profundizando y reflexionando en el milagro de amor que significa la Eucaristía y por qué el jueves de Corpus Christi se celebra la exaltación del Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Posteriormente hubo misa solemne y al terminar, se invitó a la feligresía a participar en la procesión.
En la marcha religiosa por los atrios del templo, se habían dispuesto tres altares, en los cuales encontramos velas encendidas y flores, las velas litúrgicas se relacionan con Dios entendido como luz y a Jesús como la Luz de Dios: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida”. (Juan 8:12); las velas son de cera, por lo cual se van consumiendo, haciendo clara referencia a cómo debe ser la vida del cristiano, se debe consumir iluminando su entorno. Las flores nos sirven para enaltecer la presencia de Jesucristo y simbolizan nuestra alegría por honrarnos con Su Presencia.
Los fieles acompañaron el paso de la Custodia mientras entonaban los cantos de alabanza respectivos a esta hermosa celebración en la que no importó la longitud del trayecto sino la fe que se percibía en el ambiente por parte de los asistentes; tomamos palabras de una de las lecturas de la Hora Santa: “Nos unimos formando visiblemente un cuerpo místico que camina en oración, con María Santísima, San José y todos los santos que bajan a adorar e interceder con nosotros y por nosotros”.
Después de tener el privilegio de acompañar en procesión al Santísimo y recibir la bendición solemne en cada uno de los tres altares, regresamos al templo, donde con el alma llena de júbilo vimos cómo era reservado por parte del oficiante.
¡Alabado sea el Señor que se encuentra realmente presente en la Eucaristía!
Colaboración: Mari Carmen Benítez R. Ministerio de Comunicación. Fotografía: Fabiola Torres, Rosario de la Torre, Mari Carmen Benítez
1) aciprensa.com/noticias/el-milagro-eucaristico-con-el-que-se-instituyo-la-solemnidad-del-corpus-christi-48267
