Skip to content Skip to footer

UN DÍA DE MUERTOS DIFERENTE

UN DÍA DE MUERTOS DIFERENTE

Nuevamente el Día de Muertos, este año marcado por la emergencia sanitaria que todos conocemos, que impedirá que la gente acuda a los cementerios, pero no el recordar a sus difuntos.
Para conmemorar ese evento, el Ministerio de Cultura del Templo  de Santa Mónica organizó una presentación vía electrónica: Día de Muertos: Recordando nuestra tradición.
Un toque especial lo dio la presentación de  diferentes grabados de las calaveras de José Guadalupe Posada, famoso grabador y caricaturista de Aguascalientes; no podía faltar La Catrina, ni tampoco alguna escena de crítica social en donde los personajes se representan como calaveras. Vale la pena recordar que José Guadalupe Posada denunciaba la desigualdad social de la época porfiriana, que fue en la que él vivió.
Sabemos que el mexicano acepta el morir como el nacer y  caricaturiza a la muerte; en nuestra literatura mexicana encontramos ejemplos donde la muerte es protagonista: en Nezahualcóyotl, el rey poeta y arquitecto, en Sor Juana Inés de la Cruz con su poema A una rosa,  en  La santidad de la muerte de Amado Nervo, Muerte sin fin de José Gorostiza,  Algo sobre la muerte del mayor Sabines de Jaime Sabines,  Silencio de Octavio Paz.
Parte de la exposición la ocupó la leyenda de La Quemada, acerca de la denominada 5a Calle de  Jesús María. Cuenta la leyenda que a mediados del SXVI,  la señorita Beatriz Espinosa de Guevara era una joven muy bonita  y, además, era bondadosa, piadosa y caritativa. Ante tal belleza y virtudes, los caballeros se sintieron atraídos, y muchos fueron a pedir su mano. Un día llegó a la vida de Beatriz, don Martín de Scópoli, Marqués de Piamonte  y Franteschelo,  quien quedó prendado de su belleza y virtudes y logró conquistar el corazón de su amada.
Celoso ante la posibilidad de que algún caballero quisiera acercarse a Beatriz, montaba guardia en la calle, es decir Jesús María, para impedir el paso a cualquier posible pretendiente; las reyertas no se hacían esperar y el italiano siempre salió airoso, dejando en la calle a los posibles rivales, ya fuera muertos o  moribundos.
Lo anterior llegó a oídos de Beatriz, quien se sintió culpable, ya que su belleza había llevado a la muerte a esos pobres infelices; ante  esta situación tomó una decisión temeraria: llevó un brasero a su habitación, encendió el carbón y, al estar al rojo vivo, colocó la cara sobre él, quemando el que fuera un hermoso rostro; los gritos de dolor llegaron a la calle por donde, providencialmente, iba caminando su confesor, quien entró de inmediato a auxiliar a Beatriz; fray Marcos de Jesús, que así se llamaba el confesor, le preguntó por qué había hecho esto y ante la respuesta, fue de inmediato a casa del Marqués a quien le contó lo sucedido.
El Marqués corrió  a casa de Beatriz; al llegar, estaba ya cubierta con un velo y, levantándolo con toda delicadeza, vio un rostro totalmente desfigurado; sin aspaviento, le dijo: – Yo te amo por tu belleza interior, por tu bondad, tus cualidades morales, porque eres generosa. Llorando se fundieron en un abrazo y tiempo después se casaron en la iglesia de La Profesa en lo que fue una boda memorable. Desde entonces, a la calle se le llamó Calle de La Quemada.
Cada región de nuestro país celebra el Día de Muertos, y en el resto de la charla se resaltó la comida de Oaxaca para esa fecha, con su el famoso mole negro, el tamal de muerto que se rellena con mole rojo o naranja, al cual añaden pequeños trozos de carne de res o de pollo, así como el mole amarillo.
No podía faltar el hacer mención al altar de muertos, culmen del sincretismo de la cultura indígena y la religión católica, donde se encontrará  la comida y la bebida que más agradaba a los ahora ausentes,  sus fotografías, algún objeto personal, las flores de cempasúchil,  la mano de león o flor de terciopelo, incienso, rosarios, veladoras o cirios, un crucifijo, mantelitos  y tiras de papel picado,  algún juguete si es que hay niños entre los difuntos, así como los tradicionales  panes de muerto, calabaza en tacha, dulce de camote morado, calaveras de dulce o de  amaranto.
Así finalizó la jornada, dejando en la audiencia un rico sabor en el alma ante la belleza de la poesía que escuchamos o la trágica y romántica leyenda y haciendo memoria, una vez más, de lo que a partir del 2003 es considerado Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO: nuestro Día de Muertos.
Colaboración: Mari Carmen Benítez Rincón. Ministerio de Comunicación.

1 Comment

  • Pati Garcia Hidalgo
    Posted 2 noviembre, 2020 at 8:43 pm

    Muy buena reseña y gracias por compartirla!!

Leave a comment