En esta serie de entrevistas realizadas a la comunidad de frailes agustino recoletos, una de las más esperadas es la correspondiente a fray Ricardo Jarauta Carcellier, quien, por humildad, prefirió ser el último en concedernos la entrevista, misma que se transformó en una animada charla entre amigos.
Seguramente lo conoces, ya que hace más de 15 años regresó por tercera ocasión a nuestro templo, él es el sacerdote ya mayor que confiesa en todas las misas y que guarda un especial cariño a Jesús, José y María; hasta antes de la pandemia se le veía tomar el auto e ir a practicar natación a las 6:00 de la mañana, para regresar a casa una hora después y junto con sus hermanos frailes, orar los oficios que marca su orden religiosa.
Nos recibe con su rostro amable, apacible, su límpida mirada nos envuelve en un ambiente de armonía, ¡Vaya sensación de paz y tranquilidad que una persona puede transmitir, nos consideramos bendecidos al tener esta oportunidad de conversar con un ser humano que emana sosiego!
Fray Ricardo ¿Dónde y en qué año nació usted? ¿A qué edad ingresó al seminario menor de los agustinos recoletos? ¿Nos puede compartir algún recuerdo de su infancia?
Nací en Monteagudo, Navarra, en España, el 5 de febrero de 1929. Cuando entré al seminario era yo muy joven, debo haber tenido 12 años; primero ingresé a Lodosa. En cuanto a recuerdos, fui un niño como todos, fui a la escuela, me gustaba jugar, correr; en la familia éramos cristianos practicantes, rezábamos el rosario, íbamos a misa, el Señor formaba parte de nuestras vidas.
¿Podría compartir con nosotros cuál fue el itinerario de su formación como fraile agustino recoleto?
Como le decía, primero ingresé a Lodosa, ya terminados los estudios de bachiller, fui a Monteagudo a estudiar Flosofía y posteriormente fui a Marcilla (Navarra, España) a estudiar Teología. Hice mi profesión simple (que es temporal) en Monteagudo el 29 de septiembre de 1945; mi profesión solemne (o perpetua) la hice en Marcilla el 9 de abril de 1950, con 21 años y me ordenaron sacerdote dos años después, el 13 de julio de 1952, que recibí de manos de fray Francisco Javier Ochoa OAR.
¿Cuándo comenzó su labor pastoral en México, a qué ciudad le enviaron, a qué iglesia?
Un año después de mi ordenación sacerdotal me enviaron a la República Mexicana y llegué aquí, a San Lorenzo, donde estuve una temporada; en aquel entonces todavía no estaba construida Santa Mónica, de hecho, había una casita al lado de San Lorenzo; posteriormente me enviaron a Querétaro; tiempo después me enviaron a San Felipe del Progreso en el Estado de México.
En San Felipe del Progreso, ¿en qué consistió su labor pastoral?
En los casi cuatro años que estuve por allá, me dedicaba especialmente a evangelizar a los indígenas de la zona, que eran los mazahuas, fue una experiencia pastoral muy bonita, teníamos un traductor, así que él era quien traducía la catequesis y la homilía a su lengua (en esa época la misa se celebraba en latín), no eran un grupo hereje, era gente católica, sin embargo necesitaba ser catequizada y que sintiera que se le tomaba en cuenta como hija de Dios. Yo iba de pueblo en pueblo, a hablarles a sus habitantes acerca del amor de Dios, me quedaba tres o cuatro días en cada sitio, me transportaba en caballo, la mayor parte del tiempo y también utilizaba jeep, todo dependía de la zona a la que iría a evangelizar.
Posteriormente, me enviaron a Aculco que es una población de origen otomí y ahí estuve tres años; también fue una linda acción, teníamos un traductor para el otomí y con su apoyo, pudimos evangelizar a los indígenas de esa región en su propio idioma. También estuve una temporada en Santa Maria de los Hospitales.
¿Qué recuerdos tiene usted de la construcción del templo de Santa Mónica?
Una vez terminada mi labor en Aculco, me enviaron a San Lorenzo, en ese entonces, entre el padre Javier González y yo estuvimos supervisando por parte de los agustinos recoletos, la construcción del templo de Santa Mónica; me acuerdo que hubo mucha cooperación por parte de los feligreses, organizábamos kermeses, se pedía permiso para cerrar la calle y se volvía fiesta, hubo varias comidas, había mucha convivencia de comunidad. Terminada la iglesia procedimos a construir las criptas, los salones y la casa que habitamos.
Otro recuerdo que tengo de la época en la que estaban construyendo nuestra casa, es que el padre Javier y yo comíamos como si estuviéramos de día de campo: en el suelo y un matrimonio muy generoso, nos regaló el comedor que tenemos hasta la fecha en nuestra casa, -¿quiere verlo? – pregunta, y la respuesta inmediata es, sí.
Por último también me pidieron colocar la primera de las baldosas de mármol en el suelo de Santa Mónica, muy cerca de donde comienza la escalinata del presbiterio.
¿Quisiera compartir sus recuerdos en cuanto a San Lorenzo?
La capilla de San Lorenzo estaba en el pueblo de San Lorenzo Xochimanca, había una casita junto a la sacristía y por supuesto que no había parque, era todo llano, de hecho, en el atrio de la capilla había habido un panteón, en 1950 se había autorizado remover los restos que se encontraban en las tumbas puesto que, con la desamortización de los bienes del clero y la llegada del registro civil, se dejó de utilizar como tal; durante mucho tiempo el área que ahora es el parque, era tiradero de escombro de obras (casas, edificios); luego de un tiempo, el gobierno nos dijo que debíamos dejar la casita que estaba atrás de San Lorenzo, ya que la capilla había sido considerada como patrimonio cultural, así que salimos de ahí a la par que estábamos construyendo Santa Mónica.
Pasando a otro tema, como sacerdote, ¿qué áreas de la pastoral le atraen más?
Me he sentido atraído hacia los pobres y a llevarles el anuncio del evangelio, también me gusta tratar con los jóvenes,
¿Qué opina usted de que la gente se esté alejando de la Iglesia?
Me parece que es un pretexto para no intentar conocer a Dios con mayor profundidad.
¿Cree que como humanidad le hemos fallado a Dios?
Sí y sobre todo, después de la pandemia; antes en domingo, teníamos misas a las 8:30 en la cripta, después, en el templo a las 9:30, a las 10:30, a las 12:00, a la 1:30 y por la tarde a las 6:00, luego a las 7:00 y a las 8:00 de la noche y enumera las misas acompañando con golpes de su bastón en el suelo; le hemos fallado y mucho.
¿Que deberíamos hacer para acercarnos más a Dios?
Pues precisamente acercarnos a Él por medio de la oración, los sacramentos, no dejarnos llevar por las teorías de los herejes o de los paganos; me siento esperanzado al ver que tenemos nuevamente un grupo de jóvenes, a ellos les digo: que se preparen y perseveren en la fe.
Por último fray Ricardo, hemos visto que en días fríos usa una hermosa capa, ¿cuál es la historia de la capa?
Ah, pues esa capa me la compré en Madrid, hace tiempo, era época de invierno y hacía mucho frío, vi por la calle a varios hombres que llevaban capas y pensé: pues me compro la mía, para que ando sufriendo frío, así que me la compré, al regreso a México, como ocupaba mucho lugar en la maleta, me la llevé puesta al aeropuerto y ahí no tuvieron más remedio que dejarme subir con ella; antes se le entregaba el abrigo a la aeromoza, porque ya dentro del avión resultaba estorbosa y me la guardaron en su pequeño guardarropa – ¿Quiere verla? – por supuesto que sí, gracias, es la respuesta.
Amablemente nos invita a conocer el comedor de su casa, así como la sala y capilla de la misma. ¡Es emocionante tener acceso al recinto destinado a la vida cotidiana de los frailes, esto es algo inesperado y por lo mismo, muy valioso: entramos en la intimidad de la vida de nuestros agustinos recoletos!
El comedor es de madera tallada de estilo sobrio y se nota de inmediato que ha sido conservado cuidadosamente durante todos estos años. La sala es también sobria, con 5 sillones y un librero, entre los libros advertimos las obras de San Agustín; con sano orgullo fray Ricardo nos muestra los libros y posteriormente la capilla, en donde nos da una breve explicación de las imágenes que ahí se aprecian, como son San Agustín, La Sagrada Familia y San Lorenzo; vemos que ya se acerca la hora del oficio, por lo que damos las gracias a fray Ricardo Jarauta Carcellier, por su atención y delicadeza, él nos despide, finalizando así la entrevista a un fraile excepcional. ¡Que Dios le conserve con esa actitud de entrega y servicio durante muchos años más!
Colaboración: Mari Carmen Benítez Rincón. Ministerio de Comunicación.