En la colonia Roma, ese espacio que ha sido redescubierto poco a poco por mexicanos y extranjeros, encontramos arquitectura que recuerda al porfiriato, al Art Déco, al período neo colonial, en fin, que hay una mezcla de estilos que resulta atractiva y sin quererlo, da sensación de opulencia.
Precisamente, a la mencionada colonia nos dirigimos en la visita que el Ministerio de Cultura de nuestra Comunidad de Santa Mónica, organizó en días pasados, para conocer el Museo Casa de Guillermo Tovar y de Teresa y Museo Casa de Ramón López Velarde.
La casa de Guillermo Tovar y de Teresa es una de las sedes del Museo Soumaya que pertenece a la Fundación Carlos Slim; construida en estilo porfiriano, la casa nos abre sus brazos dándonos la bienvenida, en un recibidor que preside un hermoso espejo “veneciano” y sí, entre comillas, porque tiene la influencia italiana, sin embargo fue ensamblado en Puebla, como lo demuestra un espacio que fue dejado en el marco donde se aprecia esa palabra; cuenta esta área con una vitrina que resguarda bellas piezas de cristal de leche y cristal de plomo que semejan a la porcelana y fueron elaboradas en San Ildefonso de la Granja, España.
La salita de estar está decorada con óleos y fotografías de la familia Tovar y de Teresa, simulando un árbol genealógico, también vemos algunas esculturas y en la mesa de centro, un Pegaso azul haciendo alusión a su libro El Pegaso o el mundo barroco novohispano del siglo XVII; el autor fue escritor, coleccionista de arte novohispano preferentemente y cronista de la Ciudad de México.
La casa denota por doquier el gusto de Tovar y de Teresa por las esculturas y pinturas de corte religioso, del estilo arriba citado, caracterizado por el uso del marfil indo-portugués o del hispano-filipino, también le agradaban las maderas preciosas como el ébano artísticamente tallado, con o sin incrustaciones de concha nácar, carey y plata.
Una de las habitaciones está dedicada al barroco novohispano, donde apreciamos obras de los Echave y admiramos un cuadro de la Inmaculada Concepción donde se aprecian elementos que recuerdan la Letanía Lauretana, como son Espejo de Justicia, Estrella de la Mañana, Torre de Marfil. La recámara del cronista, un tanto sombría por la poca luz natural que recibe y por la cantidad de objetos que contiene, está decorada con innumerables cuadros dedicados a muchos santos y otros que recuerdan escenas bíblicas, así como una vitrina que contiene medallones que pertenecieron a monjas coronadas y Sagradas Familias en miniatura; adyacente a la recámara, se encuentra una pequeña biblioteca realizada totalmente en madera que se encuentra en excelente estado de conservación.
No hay un sitio en la casa que carezca de algún objeto decorativo que realce la belleza del lugar, felicitaciones a los curadores del museo por tan magnífica obra.
Posteriormente acudimos a la casa del poeta Ramón López Velarde; él era oriundo de Jerez, Zacatecas, el mayor de nueve hermanos y el ambiente familiar de su infancia y juventud en aquélla ciudad, quedó plasmado en su obra; Ramón ya no regresó a Jerez y la añoranza es visible en sus escritos; su vida fue corta, murió a los 33 años y fue un poeta al que se le dio reconocimiento póstumo, como ha ocurrido con muchos genios de las bellas artes.
La casa de Ramón López Velarde se encuentra en Avenida Álvaro Obregón 73 y hasta nuestros días, conserva la fachada original, con algún detalle que ha sido arreglado, ya que en 100 años, justo es darle una “manita de gato”; dicha casa albergaba una vecindad; en aquel entonces, en esas vecindades de la Colonia Roma, vivía gente de la clase media de la sociedad mexicana.
Ramón, quien era abogado, tenía su despacho en la Calle Madero, en el Centro de la Ciudad de México y ello le daba oportunidad de hacer largas caminatas y observar a la gente, las calles, la Alameda, sentir, palpar la vida cotidiana de este México nuestro, lo cual plasmó en sus obras.
El interior de la casa fue encontrado en gran estado de deterioro, fue restaurado en cierta medida, tal vez por falta de recursos, sin embargo, nos ofrece una idea de cómo era la habitación donde murió el poeta y nos permite acceder a sus efectos personales, entrar en comunión con lo que le rodeaba y comprobar que era un hombre practicante de la religión católica. Hombre romántico y enamorado, no se casó, pero ello no impidió volcar en sus poemas el sentimiento amoroso como lo demuestran El Son del Corazón, Día 13 y Si soltera agonizas. 1
Contiguo a la recámara, encontramos un pequeño museo en el cual los curadores rinden tributo a López Velarde y a los elementos que le acompañaron en su niñez y edad adulta, haciendo referencia a su vida cotidiana, al kiosko y jardín de Jerez, a sus amores no correspondidos.
Casas que ahora son museos, museos que fueron casas, inmuebles que nos han acercado a las bellas artes como son la poesía, la arquitectura, la pintura, la escultura; ellas nos han aproximado a dos personajes que forman parte de nuestra riqueza histórica y cultural.
Colaboración: Mari Carmen Benítez Rincón. Ministerio de Comunicación.