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Institución de la Eucaristía 18/Abr/2019

Como nos lo dijo el celebrante, con esta hermosa celebración comenzamos tres días de intensa reflexión, en la que se combinaron la alegría y la tristeza.

El jueves a las 18:00 fuimos invitados a asistir a la celebración de la santa Misa en la que se rememora el momento en que Jesús toma entre sus manos un trozo de pan y lo consagra y luego hizo lo mismo con una copa de vino y en ambas ocasiones el pan y el vino consagrados los distribuye entre sus discípulos con la consigna de que los consuman para alimento de su espíritu y lo repitan por los siglos en memoria suya.

Así nace la Sagrada Eucaristía. Durante los primeros 150 años del catolicismo, se celebraba en comunidad en el entorno de una cena. Por eso hoy en algunas partes se le denomina como la Cena Eucarística.

Después de la lectura de la Pasión, momento de reflexión en la que nos adentramos en el misterio pascual, pues revivimos con los ojos del alma auxiliados por la imaginación, los pocos días transcurridos en la vida de Jesús entre su entrada triunfal a Jerusalén, la última cena, hasta su muerte y resurrección.

Es digno de mencionarse una frase que pronuncia Jesús en la última cena: “Con ardiente anhelo he deseado comer con ustedes esta cena pascual antes de morir” (Lc 22, 15) Nosotros, en la Iglesia del siglo XXI, en la comunidad de Santa Mónica debemos ser herederos de este anhelo de Jesús. Por ello quienes estábamos en el interior del Templo, vibrábamos y deseábamos participar de Su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, ya queríamos que llegara la consagración y, sobre todo, la comunión.

Nuestra Rectoría de Santa Mónica estaba llena de fieles, hasta el último de sus lugares, visión hermosa. Todos atentos, contentos, anhelantes. Todos sabiendo muy bien que Xto. se quedó entre nosotros en el manjar de las Eucaristía, y nosotros, todos, nos queríamos quedar con Él después de alimentarnos de Él.

Es por ello que, al término de la misa el sacerdote celebrante llevó en procesión el Cuerpo de nuestro Señor convertido en Hostia, hasta el monumento que el Ministerio de Pastoral Vocacional había construido con mucha imaginación y mucho amor en el salón San Agustín.

Ahí fue expuesto a la adoración y compañía de los fieles. Éstos nunca dejaron de asistir. Unos de rodillas, otros sentados, pero todos con los ojos clavados en la Urna, en el fondo se escuchaba música de la Hermana Glenda que ayuda a la concentración, reflexión y adoración.

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