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RETIRO DE CUARESMA

Como previamente se había anunciado, el sábado 15 de marzo tuvimos en Santa Mónica, nuestro retiro cuaresmal, mismo que fue organizado por la Fraternidad Seglar Agustino Recoleta y al cual se invitó a la feligresía en general.

     

 

Un salón San Agustín muy poblado, fue el lugar  donde se llevó a cabo dicho retiro y una vez escuchadas las palabras de parte de nuestro rector fray Melchor Benito Benito, dio inicio tan importante ejercicio de preparación para la Semana Santa, inmediatamente después recibimos con todo fervor al Santísimo Sacramento  y escuchamos  la oración a cargo de la FSAR, implorando al Señor nos enviara Su Santo Espíritu para comprender mejor el contenido de la sesión.

Posteriormente hubo una charla acerca del acompañamiento en la vida, en la cual, la conferencista del postulando de la FSAR, doctora Rosa Luz Galindo, nos dio diferentes puntos a considerar en cuanto a lo que significa acompañamiento, que es estar presente, caminar y apoyar a otra persona en sus experiencias, en sus luchas, en sus debilidades y momentos de crecimiento, también podemos agregar que es un proceso de guiar y cuidar a una  persona, sin dirigirla, mostrando una escucha activa, sin juzgar; ejerciendo la empatía y reconocimiento de vivencias, se orienta a la realización plena de la persona; se puede presentar acompañando a la persona en la toma de decisiones importantes, sin por ello tomar el control, respetando su individualidad.

Ahora bien, el acompañamiento se puede llevar a cabo en las relaciones personales, en el área profesional, en el crecimiento personal y en la espiritualidad;  en esta oportunidad  nos ocupa el área espiritual y en este caso, el acompañante ayuda a un tercero a conectar con su interior, entender sus inquietudes espirituales, crecer espiritualmente, profundizar en la fe, para encontrar un camino de paz y tranquilidad interior. Antes de acompañar a alguien, la espiritualidad agustiniana nos dice que es fundamental conocerse a sí mismo, saber quien se es en lo profundo del corazón (cf. Conf. 10,4), a partir de esta identificación fundamental nos abrimos o cerramos a los demás, como lo dijera la expositora.

… “del amor de Dios nace la caridad y así, la paz de los hermanos entre sí es muy cierta señal de que el Espíritu Santo vive entre ellos” (Forma de vivir 2,1).  Y, para el agustino recoleto, el acompañamiento   es posibilitar un amor grande y ayudar a desplegar la capacidad de amar.  Recordemos la frase de San Agustín: “las almas de muchos  … son muchas también,  pero si se aman, son una sola alma”. 1

Complementando lo anterior, tuvimos la exposición de fray Jorge Quiroz del postulando de OAR (Orden Agustino Recoleta) quien, con una forma muy ágil y elocuente, propiciando la participación de la audiencia,  nos invitó a una profunda reflexión al afirmar que, al hacer la voluntad de Dios, vivimos en sus sueños, que nuestra existencia cobra su verdadero sentido cuando nos alineamos con el plan divino, dejando que su amor y misericordia guíen nuestro camino. La vida cristiana no es un sendero de éxitos humanos, sino un peregrinaje de fe en el que depositamos nuestra esperanza en la infinita misericordia de Dios. Para vivir en los sueños de Dios, nos dijo,  es necesario recorrer un camino de humildad, conversión, acompañamiento y encuentro con la Eucaristía.

La humildad la podemos denominar  la puerta de entrada al Corazón de Dios. La humildad es la base de toda vida cristiana. Solo cuando reconocemos nuestras limitaciones y nos despojamos del orgullo podemos abrirnos a la acción de Dios en nuestras vidas. Ser humildes no significa pensar menos de nosotros mismos, sino comprender que todo lo que tenemos y somos es un don divino. Jesús mismo nos enseñó con su vida que la grandeza radica en el servicio y en la obediencia al Padre. Si queremos vivir en los sueños de Dios, debemos aprender a decir como María: “Hágase en mí según tu palabra”.

 

Conversión: Vivir según la voluntad de Dios implica una conversión continua. No se trata solo de un momento específico en la vida, sino de una actitud permanente de retorno a Dios. La conversión significa dejar atrás lo que nos aparta de Él y vivir con valentía el Evangelio, haciéndolo nuestro. Esto requiere reconocer nuestras faltas, pedir perdón y esforzarnos por vivir de acuerdo con la verdad y el amor.

Acompañamiento, sinodalidad, caminar juntos hacia Dios. Nadie puede recorrer solo el camino de la fe. Dios nos ha dado la Iglesia como una comunidad en la que nos apoyamos mutuamente. El acompañamiento espiritual es clave en nuestra vida cristiana, ya sea a través de la dirección espiritual, la confesión o el apoyo fraterno. Jesús no envió a sus discípulos solos, sino de dos en dos, porque sabía que la fe se fortalece en la comunidad. Acompañar y dejarnos acompañar nos ayuda a discernir mejor la voluntad de Dios y a perseverar en la vida cristiana.

Eucaristía: Encuentro con el Amor de Dios. La cúspide de nuestra vida espiritual es la Eucaristía. En ella encontramos la fuerza para vivir según la voluntad de Dios, pues Cristo mismo se nos da como alimento. En cada misa, se renueva el sacrificio de amor que nos redime y nos une más a Dios. La Eucaristía es la expresión máxima de la misericordia divina, pues en ella Jesús se hace presente para transformar nuestros corazones. Si queremos vivir en los sueños de Dios, no podemos alejarnos de este encuentro vital con Él.

 

Vivir en los sueños de Dios no es una meta inalcanzable, sino un camino que se recorre día a día con humildad, conversión, acompañamiento y Eucaristía. Dios en su infinita misericordia  siempre nos llama a volver a Él, no pongamos oídos sordos a su llamado;  aprendiendo a confiar plenamente en su voluntad, descubriremos que su amor nos sostiene y nos lleva a vivir la plenitud para la que fuimos creados.

Colaboración: Mari Carmen Benítez Rincón. Ministerio de Comunicación.

Fotografía: Mari Carmen Santa Ana y Aurora Jiménez.

 

 

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