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EN EL CORAZÓN DE JESÚS … 2DA SESIÓN

Con un mayor número de asistentes a los que tuvimos la sesión anterior, dio comienzo la segunda jornada del taller de espiritualidad y ¿cómo aquello no iba a ser así? Desde la primera ocasión advertimos que este taller tiene aplicación directa en la vida de todos y cada uno de nosotros, en la vida de los que tienen alguna herida en el corazón, se sienten  solos o abandonados o que piensan que no hay razón alguna para estar en la Iglesia.

  

La sesión inició con una reflexión sobre el Camino del Jubileo 2025, el expositor nos recordó que somos peregrinos, caminamos con la certeza de que nuestro destino no es un lugar cualquiera, sino el encuentro con la luz de Cristo. Vamos de un lugar a otro, pero con esperanza;  en este Jubileo 2025, el Papa Francisco nos invita a redescubrir la misericordia de Dios y su fidelidad a sus promesas.

Este Jubileo es un tiempo para recordar que, aunque a veces olvidemos a Dios, Él nunca olvida sus promesas. Nos llama a ser testigos de su amor, a irradiar su luz y a vivir con la certeza de que, aunque el barro sea frágil, la esperanza es más fuerte.

Desde el bautismo, hemos sido absueltos del pecado original, pero las tendencias al pecado permanecen. Con el pecado original, aparece el “yo” y se debilita el “nosotros”. Sin embargo, Dios nos infunde una luz que debemos irradiar a los demás, aunque esta luz esté contenida en frágiles recipientes de barro.

San Mateo nos advierte que los mayores pecados son la envidia, la insolencia y la insensatez; consideramos importante explicar que es la insensatez: es ir en contra de la verdad, y lo que verdaderamente contamina al hombre no es lo que entra, sino lo que sale de su corazón, nos dicen los conferencistas. No es solo el pecado en sí lo que nos aparta de Dios, sino las consecuencias de nuestra conducta.

Como seres humanos, nuestro cuerpo es fundamental en la vida social y humana, pero también buscamos ser importantes en el intelecto y la voluntad. Nuestras emociones, inteligencia y voluntad forman parte de nuestra dimensión psicológica, pero más allá de ello, tenemos una dimensión espiritual que nos llama a caminar con esperanza., debemos aspirar al bien Superior que es Dios.

A lo que más teme el ser humano, comentaron  los  expositores, es al silencio, y qué lástima, porque el silencio es sendero de encuentro con Dios. El silencio es el espacio donde el alma se aquieta y se abre a la presencia de Dios. No es solo ausencia de ruido, sino una herramienta para sumergirse en la interioridad, donde lo divino habita. Es en el silencio donde dejamos de lado las distracciones externas y aprendemos a silenciar también el ruido interior, ese torbellino de pensamientos que nos aleja del verdadero encuentro.

San Agustín decía que Dios está dentro de nosotros, pero muchas veces lo buscamos fuera. Thomas Merton nos recuerda que no debemos desgastarnos confrontándonos con la realidad, sino aprender a habitarla con sabiduría. Y es en el silencio donde podemos escuchar a Dios, donde su voz resuena con claridad en lo más profundo del ser.

Interiorizar es un proceso, un camino en el que nos desprendemos de lo superfluo y nos dejamos transformar. En la quietud, la luz de Cristo ilumina nuestras sombras, la esperanza renace y el amor verdadero se hace presente.

No te pierdas el resto del taller, sólo son tres sesiones más, que nos ayudarán a concientizar en la grandeza del amor de Dios hacia nosotros, Su misericordia y Su espera sin límites.

Colaboración: Mari Carmen Benítez Rincón. Ministerio de Comunicación.

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