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Visita a Museos Numismático y de la Mujer.

En el centro histórico de la Ciudad de México, encontramos dos joyas museísticas poco exploradas, que son el  Museo Numismático Nacional  y  el Museo de la Mujer.

Podemos considerar a ambos museos como símbolo de nuestro pasado y nuestro presente; gracias al Museo Numismático tuvimos la moneda necesaria para efectuar transacciones comerciales y gracias al Museo de la Mujer se hace patente la reafirmación de la misma en nuestra sociedad. De hecho, más que un museo, es un homenaje a la mujer mexicana.

En punto de las doce del día, dimos inicio a nuestro pequeño pero entretenido viaje, en un autobús con 40 personas a bordo, muy animadas todas ellas por cierto. Nuestro rector, Fr. Francisco Javier González Castellanos dio por iniciada la jornada con una oración; posteriormente y a manera de ambientación, se nos explicó que la Casa de Moneda localizada en Apartado # 13 funcionó durante 140 años como la cuarta sede en la cual se acuñó la moneda de nuestro país; asimismo, se nos indicó que el término apartado se refiere en este caso, a la separación de la plata del resto de metales con que viene mezclada, principalmente oro en pequeñas cantidades.

Al llegar al edificio, nos encontramos con una estructura sobria y elegante, producto de la última remodelación; ya en el interior vimos que los  estilos arquitectónicos eran fruto de las diferentes etapas constructivas por las que pasó el inmueble.

Nuestro guía, un joven apasionado de su labor, nos dio explicaciones acerca de las etapas del proceso necesario para acuñar una moneda; la primera sala visitada fue la de fundición, que en un principio sirvió como fábrica de ácido sulfúrico, indispensable para separar la plata del oro, es decir, el apartado; posteriormente se utilizó esta área para fundir metales, mismos que se moldeaban a manera de rieles o barras. Resultó impresionante ver la altura de los muros llenos de hollín, producto de la fundición de los metales así como notar los elementos utilizados para esa labor que resultaba ingrata para los trabajadores, ya que minaba su salud, al respirar los humos producidos por la fundición en un ambiente cerrado. Los hornos alcanzaban más de mil grados centígrados de temperatura. Fue como ir al pasado y observar a los empleados realizar esa importante labor para el intercambio monetario en nuestro territorio. Por si te preguntas, los hornos funcionaron con diferentes combustibles a través del tiempo: leña, petróleo y diésel.

Una vez obtenidas las barras, se transportaban al área de amonedación, donde, según la explicación, se fabricó moneda metálica desde 1850 hasta 1992; aquí se conjuga una serie de oficios y técnicas para dar por resultado los cospeles, que son el precursor de la moneda en sí: una forma circular; ese cospel pasaba por un proceso para eliminar los que tenían un defecto, mismos que se devolvían al área de fundición, ya que aquí el desperdicio es inexistente. Una vez que el cospel se había recocido, se dejaba enfriar y pasaba al área de labiado, en donde se le hacían las ranuras que circundan las monedas que conocemos.

Por último, esos cospeles labiados pasaban a la prensa para su acuñación. Tuvimos oportunidad de ver funcionar una prensa, que llaman La Bailarina, porque bambolea como tal, durante el proceso de troquelado de las monedas. Antes de despedirnos, el guía tuvo un fino detalle para con todos los asistentes, al obsequiarnos una moneda de latón que guardaremos como recuerdo de nuestra visita a uno de los museos que todos deberíamos conocer.

Más tarde visitamos Bolivia 17, donde se encuentra el Museo de la Mujer, joven en cuanto a la fecha de inicio de operaciones (marzo de 2011), aquí nos encontramos con diversas salas destinadas a dar su justa valía a la mujer mexicana. Cabe mencionar que sólo hay dos museos de género en Latinoamérica, éste y otro en Argentina.

En sus diferentes salas, decoradas con esculturas, litografías y pinturas, se aprecian los principios de equidad y cosmovisión del México antiguo, donde se concebía al mundo en dos partes y principios completamente iguales, conservando así el equilibrio;  visitamos el salón Vida en la Nueva España, donde las mujeres tenían básicamente dos opciones: servir a Dios o dedicarse a la familia, no podía faltar aquí la gran figura de sor Juana Inés de la Cruz; en el salón la Mujer Insurgente, vimos personajes del calibre de Leona Vicario, Josefa Ortíz de Domínguez y la Güera Rodríguez, entre otros. Libertad y Educación es otra sala, donde se comprueba que, con el triunfo de la República, se instituyó la educación primaria, gratuita, laica y obligatoria así como secundarias para señoritas. Otros dos salones son los dedicados a Mujeres Revolucionarias y a la Ciudadanía de las Mujeres, donde se muestra el avance logrado en el reconocimiento de la mujer en el quehacer nacional, hasta lograr el derecho al voto en elecciones municipales en 1947 y ampliado en 1953 para las generales. ¡Toda una trayectoria de lucha la que la mujer mexicana ha recorrido para obtener su reconocimiento y afirmación en el mundo moderno!

Al finalizar esta visita, nos quedó un grato sabor de boca; contrastando en la memoria lo oscuro del hollín con la brillantez de la plata mexicana, que acuñada traspasó nuestras fronteras y el recuerdo de las  valiosas mujeres, cuya sapiencia y vida heroica, les aseguró un lugar en nuestra historia.

Colaboración: Mari Carmen Benítez R. Ministerio de Cultura.

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